(Por Agustín Castro) El viernes amanecí con la noticia de un mercedino varado en Plaza Miserere. El muchacho venía de Brasil a la Argentina y quería regresar a su casa en nuestra ciudad pasando por Luján en 57.
O sea, pasear el presunto virus que portaría (todavía no es seguro que tenga Coronavirus) durante 100 km en bondi. Y traerlo a su ciudad, nuestra ciudad, dónde todos estamos en cuarentena, teóricamente.
Cuál es el tema? ¿Escracharlo en las redes? No contribuye a nada.
Lincharlo en la entrada de Mercedes? No contribuye a qué mantengamos la tan ansiada paz social ya de por sí alterada por la psicosis diaria que se vive.
El chabón pudo haber sido más cauteloso y no mentirle a las autoridades y decirle que realmente venía de Brasil y que le correspondía la cuarentena obligatoria decretada por el presidente de la Nación.
En los mismos grupos de WhatsApp he leído a gente que penduleaba entre ir a trabajar o quedarse en sus respectivas casas. La misma gente del mismo grupo de WhatsApp quería linchar a este pibe.
Digo. Antes de juzgar la conducta del otro ¿por qué no miramos la nuestra? En nuestra propia casa. Somos proyectores seriales de conductas ajenas sobre las nuestras. Somos la panzada de Freud.
Aprendamos de una vez a juzgar nuestros propios actos, antes de andar repartiendo juzgamientos en la conducta del otro. Autocrítica se llama.
No justifico a este pibe. Creo que fue imprudente. Pero eso no justifica la conducta social de juzgar cuando nosotros mismos no hacemos lo que debemos. Quedarse adentro de casa y mirar el interior si se quiere. Relacionarse con ese desconocido con el que convivíamos sin darnos cuenta de lo pensaba, sentía, cuáles eran sus sueños, metas, y sus deseos más profundos. Si es feliz con la vida que lleva. Y si no es feliz, incentivarlo a qué la cambie. Es el momento de reflexionar y quitarnos de encima todo, absolutamente todo, lo que nos hace pensar que la vida es una mierda. Porque no lo es. Porque hay que luchar por nuestros y movilizar al otro a qué lo haga también.
Contribuyamos desde el ejemplo personal sin proyectar las «conductas indebidas » en otros.
Es lo que nos va a salvar como seres humanos. Cuídense. Cuídenme. Cuidémonos entre todos. Es el mejor homenaje que nos podemos hacer como seres humanos. Y la mejor forma de pasar esta tragedia. Transformándola en flor. Termino con una frase de Silvio Rodríguez que dice: “Solo el amor convierte en milagro el barro”.
